28 de abril de 2008.- Arcadi Espada daba cuenta hace justamente una semana de su descubrimiento de un gran libro gracias a un profesor murciano, "La Loi Du Plus Faible - Généalogie Du Politiquement Correct". Aportaba como prueba un fragmento traducido que me hizo salir para encargarle a mi librero un ejemplar.
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Ayer, La Vanguardia se propuso mostrar y demostrar hasta qué punto es exacto el diagnóstico de André Lapied sobre el periodismo. Primero lean el texto del autor francés:
Ayer, La Vanguardia se propuso mostrar y demostrar hasta qué punto es exacto el diagnóstico de André Lapied sobre el periodismo. Primero lean el texto del autor francés:
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"Comencemos por aplicar el precepto según el cual cuanto menos se tiene que decir, más se debe hablar. Quien no tiene nada que decir es, pues, el que será entrevistado con prioridad por los medios. ¿Cuántas veces hemos oído a testigos de hechos diversos o de catástrofes decirnos que las explosiones provocan un gran ruido, que las ametralladoras crepitan, que los bandidos huyen en coches rechinando los neumáticos, que los incendios generan un enorme calor, que el agua sube rápidamente durante las inundaciones, que los muros vibran cuando tiembla la tierra? Debemos considerar eso como informaciones. Son sabrosas también las palabras históricas de los conocidos de los criminales: gente cortés, bien educada, llevándose perfectamente con el vecindario, con una tranquilidad a toda prueba; ¿quién habría podido imaginar que individuos tan perfectos fuesen asesinos en serie, terroristas o pedófilos traficantes de niños? ¿Cómo resistir al pesar de los anónimos que deploran la desaparición de otros anónimos? Entre el florilegio: "La víctima bien podría haber sido yo", "Es muy triste para la familia", "Hay que ser solidarios". El entrevistador busca, pues, prioritariamente no la información útil o una interpretación clarificadora sino los lugares comunes y los juicios morales periclitados. Al margen de las exigencias de actualidad, el balance es muy halagador porque está permitido entrevistar a no importa quién sobre no importa qué asunto. No se requiere ninguna competencia de conocimiento, muy al contrario, el transeúnte es el igual de los expertos. Escuchando el tejido de trivialidades que resultan de este método, somos animados a repetir como loros las mismas pamplinas. Evitando dar la palabra a quienes tendrían un punto de visto motivado, eventualmente hasta pertinente, sobre la cuestión, la contradicción es evitada a buen seguro. La originalidad del propósito, adversario del pensamiento único, es así salvajemente combatida por lo políticamente correcto."
"Comencemos por aplicar el precepto según el cual cuanto menos se tiene que decir, más se debe hablar. Quien no tiene nada que decir es, pues, el que será entrevistado con prioridad por los medios. ¿Cuántas veces hemos oído a testigos de hechos diversos o de catástrofes decirnos que las explosiones provocan un gran ruido, que las ametralladoras crepitan, que los bandidos huyen en coches rechinando los neumáticos, que los incendios generan un enorme calor, que el agua sube rápidamente durante las inundaciones, que los muros vibran cuando tiembla la tierra? Debemos considerar eso como informaciones. Son sabrosas también las palabras históricas de los conocidos de los criminales: gente cortés, bien educada, llevándose perfectamente con el vecindario, con una tranquilidad a toda prueba; ¿quién habría podido imaginar que individuos tan perfectos fuesen asesinos en serie, terroristas o pedófilos traficantes de niños? ¿Cómo resistir al pesar de los anónimos que deploran la desaparición de otros anónimos? Entre el florilegio: "La víctima bien podría haber sido yo", "Es muy triste para la familia", "Hay que ser solidarios". El entrevistador busca, pues, prioritariamente no la información útil o una interpretación clarificadora sino los lugares comunes y los juicios morales periclitados. Al margen de las exigencias de actualidad, el balance es muy halagador porque está permitido entrevistar a no importa quién sobre no importa qué asunto. No se requiere ninguna competencia de conocimiento, muy al contrario, el transeúnte es el igual de los expertos. Escuchando el tejido de trivialidades que resultan de este método, somos animados a repetir como loros las mismas pamplinas. Evitando dar la palabra a quienes tendrían un punto de visto motivado, eventualmente hasta pertinente, sobre la cuestión, la contradicción es evitada a buen seguro. La originalidad del propósito, adversario del pensamiento único, es así salvajemente combatida por lo políticamente correcto."
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Ahora, lean la presentación que La Vanguardia hacía anoche de la información sobre el Playa de Bakio:
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Titular: "El Patrón del atunero revela que les apuntaban con armas pero el trato era correcto".
Titular: "El Patrón del atunero revela que les apuntaban con armas pero el trato era correcto".
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Recuerdo un texto análogo del diario Deia en los primeros años 80. Daba cuenta de un atraco perpetrado por tres 'yonkies' con escopetas de cañones recortados. La pieza informativa describía el atraco y terminaba con estas palabras: "Después, los tres jóvenes, que no hicieron uso de la violencia en ningún momento. huyeron con un botín de 300.000 pesetas." La historia del periodismo español, y por ende, del vasco, está llena de primeras ruedas de prensa de secuestrados por ETA después de su liberación y de primeras preguntas como ésta: "¿Qué tal le han tratado sus secuestradores?"
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Tampoco se pierdan el subtítulo de La Vanguardia sobre el caso del atunero vasco:
Subtítulo: "La hija de uno de los pescadores dice que le da igual lo que hayan pagado o hayan dejado de pagar".
Tampoco se pierdan el subtítulo de La Vanguardia sobre el caso del atunero vasco:
Subtítulo: "La hija de uno de los pescadores dice que le da igual lo que hayan pagado o hayan dejado de pagar".
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