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Es verdad, el PSOE ha ganado las elecciones en Cataluña. Quiero decir que sin la diferencia PSC-PP (18 diputados en las cuatro provincias catalanas) los socialistas hubieran perdido las elecciones en el conjunto de España. De ese hecho –no podía ser de otra manera- han tomado buena nota los aparachiks del PSC.
- ¿Teme que en algún momento el PSOE busque apoyos en CiU?
- No tendría ningún sentido. Sin los diputados del PSC el PSOE no puede formar una mayoría.
La pregunta es de El País y la respuesta de José Zaragoza, Secretario de Organización del PSC. La última afirmación (“sin los diputados del PSC el PSOE no puede formar una mayoría”) no deja lugar para las dudas: Zapatero –en lo que se refiere a la política en, sobre, hacia, tras… Cataluña- no puede hacer nada que incomode a los que mandan -¡y de qué modo!- en el PSC. Así las cosas, CiU y sus 11 (10) diputados van a pintar menos en las Cortes Españolas de lo que hayan pintado nunca… y eso, añado yo, no es una buena noticia, aunque ZP no los necesite ni para la investidura ni para los presupuestos.
¿Por qué no es bueno?
Porque el aislamiento de CiU -que exigirán (y obtendrán) Montilla y sus conmilitones- no beneficiará a medio plazo la necesaria convivencia (la conllevancia de la que hablaba don José Ortega en las Cortes Republicanas) pero, en fin, lo dicho, ZP no precisa –aritméticamente- de esos apoyos y no los solicitará, mas habrá de reconocerse que ni la deriva observada en el PSC, ni su permanente discurso de “autonomía total respecto al PSOE” son, precisamente, tranquilizadores para el conjunto del socialismo español.
Para obtener sus últimos y acrecidos votos, los dirigentes del PSC no le han hecho ascos durante la campaña a la presencia de Felipe González (que no habla catalán ni en la intimidad) y se han subido gozosos a ese carro y a otros carros españolistas con el fin de atraer hacia las urnas y hacia sí mismos a un electorado charnego, castellano-hablante y con fuertes raíces andaluzas, extremeñas, castellanas o aragonesas. Claro que, una vez perpetrada la operación, no será el PSOE sino un catalanista (ya exclusivamente catalanista) PSC quien administre esos votos. Porque es cierto que el electorado del PSC tiene más rostros que Jano, pero quienes van a utilizar esos votos sólo tienen uno: el del catalanismo monolingüe… que, además, va a exigir colocar en Madrid a un buen lote de ministros. “El objetivo que buscamos es desarrollar el Estatuto, la financiación de la Generalidad y las infraestructuras catalanas” (money, money, money…), acaba de explicar (y de exigir) José Zaragoza. Y concluye con la siguiente perla político-literaria (entre Mario Puzzo y Andreotti): “Zapatero sabe que en Cataluña tiene un espacio que cuidar y lo hará”. Pues claro que lo hará, añado yo.
Más cómodo que en Cataluña (aunque la desaparición de Carod Rovira y de sus disparates tampoco ha de considerarse despreciable) se lo han dejado a ZP los electores en Euskadi. El adelantamiento registrado por el PSOE en las tres provincias vascas ha sido espectacular, relegando a los nacionalistas del PNV a un discreto segundo puesto en Guipúzcoa y Vizcaya y a un tercer lugar en Álava. Las consecuencias prácticas de este desplazamiento pronto se irán viendo, mas parece razonable esperar (y desear) que al señor Ibarreche se le vayan quitando las ganas –al menos durante una temporadita- de seguir provocando o amenazando con referendos ilegales en torno a esa patraña demagógica del “derecho a decidir”…
Habrá de reconocerse que -aparte del legítimo contento que el triunfo ha producido en las filas socialistas- en el conjunto del país el notable retroceso de los nacionalistas en general y de los más radicales en particular ha sido recibido como una bendición.
Si este retroceso es el principio de una cierta racionalidad o se trata, simplemente, de un descenso coyuntural -producto del bipartidismo televisivo (alguien tendría que echarle una pensada al fenómeno mediático de los debates) y del asesinato de Isaías Carrasco (así lo ha visto el PNV) a manos de ETA en Mondragón- pronto se verá, mas sea fruto de la coyuntura sea el resultado de sus propias exageraciones y desmadres, la verdad es que el dogal de la radicalización nacionalista se ha aflojado… pero desde luego no lo ha hecho motu proprio ni tampoco por el efecto milagroso del discurso de la España plural. Este discurso de la España plural sólo les ha servido a los nacionalistas para subirse a la parra de sus programas máximos, cuyo horizonte –bien lo sabemos- es convertir a España en Yugoslavia… y estos resultados del 9 de marzo han servido –y mucho- para alejar de nuestra vista (y de la suya) ese horizonte “tan prometedor”. Estamos, pues, mejorando lo presente.
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