viernes, 6 de junio de 2008

La ministra tiene razón. Es momento de comprar una casa

Hay veces que a ustedes, lectores fieles a esta Cotizalia, no hay quien les entienda, la verdad. Parece que se levantan por la mañana en plan Jiménez Losantos, buscando una víctima propiciatoria que convertir en objeto de sus despiadadas críticas y su sorna indomable. Desde luego, qué falta de caridad. Ayer fue el turno de la recién nombrada ministra de vivienda, que en esto de la igualdad parece que Zapatero sigue pensando que son ellas (Trujillo, que murió con las Kelifinder puestas, primero, y la castrense Chacón después) las que tienen que llevar las cosas de la casa a nivel nacional. Aído, hija mía, ahí tienes deberes que no seré yo quien renuncie a llenar de contenido tu ministerio. Beatriz Corredor abrió la boca y desencadenó uno de los foros más unánimes y divertidos que servidor ha leído en la corta historia de este medio que les acompaña día tras día. . “Ahora es el momento adecuado para comprar una casa”, afirmó sin ruborizarse. No ayer, ni mañana. Hoy, ahora, now. Que, ya se sabe, el timing es clave para rentabilizar cualquier operación inmobiliaria que se precie. Cómo será la frase que ha eclipsado ése para la hemeroteca “no hay obra sin polvos” que perfila, una vez más, el calado intelectual de otra de nuestras gobernantes, la responsable de Fomento, Magdalena Alvarez.
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Muchos se han escandalizado por el hecho de que Corredor se haya arrogado el papel de vendedora de pisos. Bueno, ¿no queríamos innovación? Pues aquí la tenemos: de ministra con cartera a ministra con muestrario que, a fin y a la postre, tampoco son tan diferentes. Basta con cambiar las promesas gubernamentales que llenan la primera, por otro tipo de ofertas más tangibles y veraces: residencias a buen precio con vistas al mar y al golf... o al vecino de enfrente. Que se ande, no obstante, con cuidado. Con la cantidad de agentes inmobiliarios que se han ido al paro en los últimos meses, que ya ni los Cursos de CCC son garantía de estabilidad laboral en esta España nuestra, -país, que diría el Mariano de Forges-, lo mismo va alguno de ellos y le denuncia por intrusismo profesional. Más trabajo para la abogacía del estado, de ese útil de verdad. Pero es que además, experiencia no le falta. Miren por donde doña Beatriz renunció a sus ingresos como registradora de la propiedad para pasar a engrosar las menos rentables pecuniariamente filas de la política, ¿saben cuándo? Exactamente, justo en el pico de la burbuja del ladrillo según se desprende de su propio curriculum vitae colgado en la web de Moncloa . Por tanto, no sabemos si la ministra sabe cuando comprar. Pero nadie puede negar que es un lince, o una aguililla, para concretar cuando vender y quitarse de enmedio, al menos “profesionalmente”. ¿No son adquisición y enajenación las dos caras de la misma moneda? Démosle, por tanto, un voto de confianza en base a su trayectoria.
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Pero es que Beatriz Corredor tiene, en el fondo, razón: es momento de que “quien realmente lo necesita” compre una vivienda. Efectivamente. Pero con un ligerísimo matiz, la señora me perdone la fraterna corrección. Para el que realmente necesita una vivienda, no hay momento que valga. Para su desgracia, y hasta que no la tenga, siempre la necesitará. No hay discriminación temporal. Creo que Coco ha lanzado un especial de Barrio Sésamo que ayuda a diferenciar cerca y lejos, delante y detrás, necesidad y capacidad adquisitiva. Que le manden un ejemplar a Castellana con Joaquín Costa, sede del ministerio, de mi parte. Bueno, superado ese escollo inicial, vayamos a la segunda derivada. La oportunidad del momento se deriva, a juicio de la ministra, de una contradicción (mecachis, con lo bien que le estaba saliendo la entrevista): los precios inmobiliarios suben en línea con la inflación en un momento en que la oferta vacía se debe adecuar a la demanda. Ummmm. Bueno, esta paradoja sí es interesante, la Paradoja Corredor podríamos bautizarla. O sea que cuando hay más gente que quiere vender que comprar, los precios suben… Vaya, vaya, novedad de novedades. Y eso sin el argumento especulación. Genial.
No obstante, aún mejor que el paradójico aserto anterior, es la inclusión de la inflación como buena referencia de precios. Hacer depender la bondad o no de la adquisición de un bien ubicado en alguno de los dos escalones inferiores de la Pirámide de Maslow (aquí los estudiosos discrepan si la vivienda es bien fisiológico o de seguridad) a que su coste suba por encima o debajo del IPC es una contribución a la teoría económica que pasará a los anales de dicha ciencia. Qué se quiten Velarde o Fuentes Quintana. Una genialidad sin parangón. Y, como tal, de difícil comprensión inicial. No se asusten si no les alcanza. A mi me pasa. Marchando café con churros y un Nóbel por aquí para la señora. Cómo será que se lo he comentado a mi mujer y, con una dosis ingente de ese cariño que sólo los familiares saben dar a sus locos, me ha desempolvado la bici y me ha dado un trozo de palulú para que me entretenga, aplicación práctica de mis revolucionarios principios adquisitivos. “Cariño, como en la ruleta, no va más. Casi nada pasa el corte del IPC.-¿Ni siquiera el conejo? Suplico anhelante en un destello de lucidez administrativa.-Ni siquiera”. Ups, pese a todo, qué feliz me siento pasando del slow food al no food y dejando de contribuir al efecto invernadero. Pero, McCoy, en qué estarás pensando. Una subida anual como la inflación permite mantener la riqueza en el tiempo. Equilicuá. Entonces, ¿se trata de una mera argucia para incitar a la compra? Maldición. Adiós a mi nueva vida ecológica y forzosamente dietética. Pero, qué lío. ¿Hablamos entonces de invertir? Creía que no. Y si la casa sube como el IPC y éste está disparado, ¿qué pasará con mis costes financieros cuya evolución depende de unos tipos de interés que son especialmente sensibles a la variable precio? Dudo, luego existo.
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Qué buena es la ministra que nos lleva de excursión. Eso sí, no a cualquier parte. Porque ya se sabe, aunque todos los españoles somos iguales ante la ley, no ocurre lo mismo ante las declaraciones de Beatriz Corredor. Miren ustedes, dice la interfecta, la segunda vivienda ni tocarla, que sus dueños quieren obtener todavía ingresos altos y no puede ser. Qué se habrán creído estos multipropietarios capaces de no rebajar el precio de su piso a las primeras de cambio. Pedazo de insumisos del ladrillo. Sugiero a Agatha que le ceda un traje de Reina de Corazones para que pueda vociferar, como en Alicia en el País de las Maravillas, “que les corten la cabeza”. Qué momentos gloriosos promete dar a España esta figura del toreo inmobiliario. Es tiempo, por tanto, a juicio de la primera autoridad administrativa sobre la materia, de comprar promociones, primera vivienda, que es donde está la oportunidad, la verdadera ocasión. El constructor al bollo y el particular al hoyo, socialismo en estado puro. Total, cómo no hacerlo, si todo el mundo sabe que desde febrero del año pasado no se vende un piso sobre plano; que las entregas de lo firmado con anterioridad, siempre que los precontratos no se hayan cancelado antes, se producirán entre mayo y septiembre de 2008; que una vez que las cuentas del tercer trimestre puedan verse maquilladas por este efecto arrastre vendrá la debacle y, con ella, la liquidación por derribo (de precios) de muchas firmas que necesitarán pulirse stock para sobrevivir en un entorno de restricción de crédito (oferta y precio); y, por tanto, que si creyéramos en una crisis corta y aguda, que no es mi hipótesis central desde luego, sólo a partir del último trimestre de este año habría que empezar a mirar casas, y con mucha calma. ¿Todo el mundo sabe? Bueno, parece que la ministra no, pero, no le vamos a pedir a un gobernante que sepa de lo suyo. ¿O es que precisamente sólo saben de “lo suyo”? No sé, que le pregunte a su valedor Sebastián y a Taguas y compren un par de casas a tercias. Buen fin de semana a todos.
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P.S. Recomendación lúdica de los viernes. Restaurante Lúa en Zurbano, 85 de Madrid. Curioso local sin carta donde cada día hay un menú degustación de cinco platos y un postre en función del mercado. Muy buena relación calidad-precio (40 euros más bebidas) y un chef, Manuel Domínguez, que dará que hablar. En mi visita, espectacular capuchino de crema de calabaza, ensalada de melva ahumada, una sopa de ajo de llorar, pez araña sobre un insuperable puré de maíz, cochinillo y una deliciosa pannacotta. Lo mismo van ustedes y se estrellan. Pero va a ser que no. Ya me contarán.
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