domingo, 15 de febrero de 2009

LIBERALES

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ABC
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JON JUARISTI
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DURANTE los últimos meses de su vida, medio confinado en su domicilio tras el altercado verbal con Millán Astray, Unamuno repetía, en cartas y en conversaciones con los pocos que se arriesgaban a visitarle, la misma canción: «Estoy solo, como Croce en Italia». Y es que, en efecto, su situación de aislamiento recordaba, en cierto sentido, la del filósofo napolitano, desdeñosamente recluido en el Palazzo Filomarino, bajo la continua vigilancia de la policía fascista.

Pero en Benedetto Croce hubo, sin duda, mayor grandeza. Los arranques de valentía de Unamuno le honran, por supuesto, y no fue el menor aquel plante suyo en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936. Sin embargo, le faltó la tenacidad y la decisión de Croce. Unamuno ilustró trágicamente la debilidad del liberalismo español, su inconsistencia y sus repetidas y frívolas traiciones al proyecto de nación alumbrado en las Cortes de Cádiz. Hay quien se queja todavía de que no tengamos un Estado fuerte, cuando lo que de verdad nos falta es apego a la libertad, o sea, tanto a la capacidad de elegir, como, si ésta se nos negase, al derecho a resistir, «a ser impopular, a defender las propias convicciones simplemente porque son nuestras» (Isaiah Berlin). A Unamuno, como a la mayoría de nuestros liberales históricos, le horrorizaba ser impopular. No así a Croce, y esa diferencia moral tuvo consecuencias que trascendieron sus biografías.

Como la de Unamuno, la de Croce registra confusiones y desconciertos. Pasó por una fase juvenil socialista, bajo la influencia directa de Antonio Labriola, y aprobó inicialmente la implantación del fascismo. Ambos hechos presentan, en el caso de Croce, una vinculación íntima. Rompió con Labriola, porque llegó a la convicción de que el marxismo era pura charlatanería con pretensiones científicas infundadas, y porque el socialismo desnacionalizaba a los trabajadores, enfrentándolos con las instituciones creadas para defender las libertades cívicas y sometiéndolos a demagogias proclives a la tiranía. Pero no perdió la esperanza de que los socialistas superasen el dogmatismo marxista y las tendencias antinacionales que los alejaban del liberalismo, y por eso creyó ver en el fascismo, surgido del propio seno del socialismo, una tentativa regeneradora de la izquierda, nacional y liberal.

No tardó en desengañarse y asumir sus responsabilidades. Fue la única voz que se alzó desde un parlamento amedrentado para denunciar el asesinato del socialista Mateotti como un crimen de Estado y para gritar contra la destrucción terrorista de toda discrepancia. Resistió hasta el final. Primero, como un referente solitario en la agonía de las instituciones parlamentarias. Después, cuando ya no fue posible, escribiendo y difundiendo sus alegatos liberales y antifascistas en La Crítica, la revista bimensual que publicaba a sus expensas y que, aún en condiciones de clandestinidad, conseguía llegar a treinta mil lectores. Por último, y habiéndosele cerrado esta vía, reuniendo en torno suyo, durante sus escapadas al Piamonte, a jóvenes liberales de toda Italia en los que alimentaba la voluntad de oposición al régimen. Jamás cayó en la tentación de exigir Estados fuertes, cosa que sí hicieron sus homólogos españoles. Defendió una nación capaz de integrar, en libertad, los diferentes intereses e ideales de sus ciudadanos, y salió de la noche totalitaria habiendo logrado dar al liberalismo italiano una continuidad y, sobre todo, un prestigio que los liberales españoles como Unamuno ya habían perdido antes de la guerra civil.
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jueves, 12 de febrero de 2009

HISPANIA DELENDA EST



Año 150 A.C. Marco Catón; político, escritor y militar romano, se pasea preocupado por los salones del senado romano, en su cabeza una permanente obsesión, Cartago, y ante el constante auge económico y militar de este vecino pueblo del mediterráneo, es bien conocido, los ecos han llegado a nuestro días, al acabar sur locuciones; ya hablase de calzadas, tributos o política; de forma sistemática siempre sentenciaba- “CETERUM CENSEO CARTHAGINEM ESSE DELENDAM” que ni más ni menos viene a significar –Ciertamente pienso que Cartago debe de ser destruida-

Pues eso mismo deben pensar los nacionalistas periféricos que campean a sus anchas por nuestro estado, y su particular guerra púnica de acoso y derribo, al constante pulso que de forma sistemática es sometido nuestro estado.

Para llevar a cabo estos fines, tiene como cooperadores necesarios a millones de agnósticos ciudadanos, que de forma sistemática e impasible miran hacia otro lado, ante los abusos al que somos sometidos, esta sutil presión coactiva forma parte ya de una manera de vivir, de una cotidianeidad política y social, de un constante adoctrinamiento. Esta impostura ha sido sabiamente cultivada en Cataluña desde la era del poder pujolista, donde un ataque a su persona era considerado un ataque a Cataluña, estas dimensiones han alcanzado en ocasiones tintes extremadamente ridículos, es muy significativo el dossier que publico la revista “ the economist” y la posterior reacción del govern de la generalitat.

Es así que la administración pública en Cataluña, es una mero ejecutor de sus sueños, sus fantasías y los delirios de la opción política que gestiona controlando los medios que tiene a su alcance, cumplimentado de forma muy generosa con los que alimenta su particular “chiringuito”. Se basa en una abundante tribu de “naciopatas”de turno generosamente subvencionados, novelistas tertulianos, historiadores entre otros, que crea y actualiza mitos, rescribiendo el pasado reciente o lejano con resultados, debemos reconocer ciertamente notables. Este nacionalismo catalán contemporáneo, ya que no hay otro, no divide a los catalanes por su capacidad craneal o por su RH, como practica el nacionalismo vasco y otros modelos etnicistas y pseudo científicos , sino con una comunión con el pensamiento nacionalista, o la también llamada “ceba” con la cultura de la subvención, donde todo lo catalanista es moderno, progresista y plural y el españolismo, por sistema es, trasnochado, rancio y fascista, donde se pinta como un enemigo, que al igual que Carthago se ha de destruir.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Los jóvenes y la nueva frugalidad

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ABC
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Valentí Puig
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NO es necesaria una bola de cristal para atisbar en las hipótesis post-crisis una sociedad trastocada en muchas facetas. Para los jóvenes pueden cambiar, en primera instancia, el botellón, el «afterhours», muchas formas de consumo y, con perspectiva más honda, otras cosas como descubrir la movilidad en el trabajo. El cómo reaccionen las nuevas generaciones ante un panorama de pérdida de poder adquisitivo, de hipotecas hundidas y pérdida de empleo tiene mucho que ver para esa post-crisis que en cierto modo sería el inicio económico del siglo XXI. Por lo tanto, la ansiedad del mileurismo pasa a ser algo caducado: ahora vamos a por la angustia y la inacción o la imaginación profesional y el adaptarse a los escollos para salvarse del naufragio. En este momento, la familia no tiene las mismas consistencias -de ahorro, fundamentalmente- que tuvo cuando lideró a la sociedad española para absorber el impacto del paro en una crisis como la de finales de los ochenta.

Con la juventud ocurre como con los estereotipos nacionales: no hay moldes hegemónicos, no todos los jóvenes llevan «piercing», ni todos tienen becas «Erasmus», ni todos pertenecen a una ONG o se preparan para ser como Rafael Nadal. En general, las últimas generaciones pudieran tener en común haber sido excesivamente protegidos, una circunstancia que les hace mucho más frágiles y vulnerables, como explican psicólogos y analistas de la vida social. Para unos chicos frágiles, si la recesión les afecta ásperamente, el mundo se convertirá en algo del todo incomprensible, un colmo de injusticias y desamparos. Es un dato que, como dice el sociólogo Javier Elzo, los jóvenes hoy prolongan su adolescencia, entendiendo por adolescente a quien más allá de su edad no quiere salir del presente y considerando como joven a quien se sabe en una situación transitoria.Uno se atreve a sugerir que los jóvenes españoles pudieran aprender de la crisis que en el mundo de hoy hay que ir donde están los puestos de trabajo -en conexión con las ofertas de vivienda- y no seguir deseando ilusoriamente que el puesto de trabajo venga a buscarnos como el dulce pájaro de la juventud que se posa en el alféizar de la ventana de casa. Es imposible que todos vivamos donde exactamente más nos apetece, con los padres en el cuarto segunda, el trabajo a la vuelta de la esquina y una escuela para los niños no más allá de tres manzanas. Habrá que hacer las maletas y mudarse a aquellos puntos de España donde haya un trabajo razonable, vivienda menos cara y escuelas en calma. Eso será si hay suerte. Quienes hagan este esfuerzo, al final de la crisis saldrán fortalecidos. De ensimismarse en la fragilidad, al final de la crisis no habrá oportunidades, salvo la terapia.

Las nuevas generaciones luego irán pasando factura a aquellos políticos -son tantos- que sólo dan pautas de irresponsabilidad. De modo similar, no todos los padres ofrecen pautas para el esfuerzo, la constancia o el afán de competir. Según Elzo, los jóvenes españoles han interiorizado los derechos, pero no los deberes. No es el mejor equipaje para una época de precariedad económica. Tras la civilización del desperdicio quizá comparezca una época de frugalidad cuyas lecciones serían útiles en el mundo posterior a la crisis. No hace falta haber ido a Cancún para conocer la felicidad de unas vacaciones. A falta de que todos podamos ir a donde nos dé la gana, no está tan mal regresar a la bicicleta de los viejos veranos.
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Ciutadans Girona treu el seu primer butlletí (lo que dice la prensa)

Bueno,
pues esto es lo que dice la prensa sobre el primer boletín que sacamos a la calle.

Diari de Girona

Gironanoticies
http://www.gironanoticies.com/noticies/noticia.php?id=13095

martes, 10 de febrero de 2009

Cuarenta y un días en Caracas


Por Ana Nuño

No fueron 55 días, y tampoco Caracas es Pequín asediada durante la Guerra de los Bóxers. Por más que Chávez se la pase lanzando consignas antigringas y antiisraelíes, la capital de Venezuela sigue siendo una de las ciudades más americanizadas de América Latina. Para lo bueno y lo malo. Mucho más que cualquier capital europea.

Después de ocho años de ausencia, regreso a mi ciudad natal. Para descubrir que no ha cambiado en lo fundamental, pero también que lo que ha cambiado lo es. Fundamental. (Nota bene: esta vez, sin links. Que cada quien se busque la vida. Que gracias a Google, todo es más fácil. Y, por tanto, previsible y aburrido).

Aparentemente, todo sigue igual: el tráfico infernal, un urbanismo caótico, más ranchitos en los cerros, calles sin aceras, aceras (cuando las hay) rotas o sucias o ambas cosas. Los conductores no respetan los pasos peatonales, los peatones, en su mayoría, son "gente humilde", como se dice aquí. O sea, pobres: hay que ser pobre de solemnidad para no tener coche en esta ciudad. O carro, como se dice aquí. Y hay gente en Caracas, mucha gente. En los andenes del metro están señalizados, en el suelo, unos carriles para que los usuarios esperen su turno de entrada en los vagones repletos. Como en Tokyo. Todos hacen cola y esperan. Pacientemente.

Tampoco ha cambiado la cara más amable de esta ciudad: el marco físico. El valle de Caracas, a casi mil metros de altitud, tiene un clima bendito. Sobre todo en diciembre. Ni frío ni calor. Y siempre que vuelvo me sorprende la vegetación. Lo digo no sólo por el Ávila, montaña imponente que separa la ciudad del Mar Caribe. Caracas está salpicada de verde: árboles (matas, se dice aquí) de mango, esbeltos chaguaramos, acacias, jabillos, apamates, araguaneyes. La toponimia de muchos barrios de Caracas delata la feracidad del valle antaño bucólico, que hasta el XIX estuvo salpicado de haciendas de cacao: Los Jabillos, Los Samanes, Los Chaguaramos, Las Acacias.

Los caraqueños tienen fama de anárquicos, de ir cada quien a su bola. Pero me llama la atención lo que desmiente el lugar común. En el metro, por ejemplo, en los autobuses y camionetas del transporte público, los habitantes de esta ciudad se muestran recatados, discretos, evasivos. Hasta parecen tristes, británicamente tristes, lo que desmiente otro tópico: el del trópico bullanguero, fiestero, jodedor.

Un día, en la entrada de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, me tropiezo con Rafael Cadenas. Es uno de los grandes poetas venezolanos, en un país que ha dado, desde Ramos Sucre, unos cuantos, y además notables: Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Hanni Ossott, Eugenio Montejo. Cadenas no tiene, nunca ha tenido carro. Y aparte de leer y escribir, su mayor afición es caminar por Caracas. Lleva medio siglo haciéndolo, todos los días. Hay que ser poeta, y no haber nacido en Caracas, para calarse, como dicen aquí, la ordalía de recorrer esta ciudad a pie. De pronto me dice: "Has visto, la gente está destruida. Se ve en las caras".

Me fijo. Es verdad, pero sólo a medias. Hacen falta buenas dosis de fatalismo y resignación para vivir en Caracas, sin duda. Trámites burocráticos que en cualquier país del Primer Mundo se resuelven casi por sí solos, como obtener un pasaporte o una copia de la partida de nacimiento, aquí pueden consumir semanas del ciudadano de a pie. Ése que no tiene carro, ni palanca o influencias. El "pata en el suelo", como se dice aquí.

Hace ocho años, los caraqueños hablaban del alto coste de la vida. Venezuela, ya entonces, destacaba por su inflación, que hoy es la más alta del continente. Y por lo peligroso que era vivir en Caracas. Ahora es peor: los homicidios baten todos los récords. Cinco días antes de regresar a Barcelona mataron a tiros a la directora de un colegio cuando esperaba en su coche que se abriera la puerta del garaje de su casa. A las once de la mañana, en la parte alta de la avenida Mohedano. Una zona residencial, cara, de la ciudad. La prensa recoge sucesos como éste a puñados, un día sí y otro también.

Las zonas residenciales, las urbanizaciones, parecen remansos de paz. Edificios con zonas ajardinadas, guardia jurado en la puerta, cámaras y sistemas de seguridad. Pero si hace ocho años todas estas residencias estaban rodeadas de temibles alambradas salpicadas de cuchillas, ahora los altos muros exteriores están erizados de vallas electrificadas. Alto voltaje. Bello Campo, La Castellana, Altamira, Los Palos Grandes, Los Chorros: las urbanizaciones de la clase media alta, en el este de la ciudad. Donde viven los escuálidos, como los ha bautizado Chávez. Antes se decía los sifrinos, los pijos. Los que salen a manifestar masivamente contra el último fraude de ley de Chávez: someter de nuevo a referéndum una enmienda constitucional que le permita presentarse a elecciones indefinidamente, saltándose a la torera el mayoritario no que ya le opusieron los venezolanos hace poco más de un año.

Urbanizaciones de lujo y semilujo, llenas de restaurantes, de tiendas de alimentación en las que hay de todo, a precios que la mayoría, en una ciudad donde el salario mínimo ronda los 800 bolívares fuertes (un poco más de 100 euros), no puede soñar con pagar. Aquí nadie camina por las calles, sólo surcadas por coches último modelo. Un día veo pasar un Jaguar (verde oliva, claro). Con matrícula local.

Caracas: el único lugar del mundo donde tengo reacciones de paleta. ¡Un Jaguar en Caracas! ¡Cómo es posible! Pero mi paletismo responde, en Caracas, al instinto de supervivencia: me alarma ver suicidas por las calles llevándose una Magnum a la sien, tan alegremente.

Tampoco ha cambiado la calidez y hospitalidad de los caraqueños. Y las fiestas navideñas siguen siendo un espléndido pretexto para derrochar ambas mercancías. Qué importa la inflación, o saber que se acabó la bonanza petrolera de estos últimos años y que lo que se viene encima es una recua de vacas flacas. A los caraqueños les encanta abrir las puertas de su casa, son magníficos anfitriones, disfrutan botando [tirando] la casa por la ventana. Cocinan divinamente los platos tradicionales de la navidad caraqueña (las hallacas, los perniles asados, la ensalada de gallina), y las reuniones duran horas y horas. Se bebe y come mucho, pero sobre todo se habla. Los caraqueños siempre han sido grandes conversadores.

Hay que conocer un poco esta ciudad y sus habitantes para detectar los cambios, debajo de la aparente continuidad de los hábitos. Cambios profundos. Y perniciosos. La obsesión con la política, por ejemplo. Antes, lo normal, cuando entre caraqueños se hablaba de política, era despachar el asunto con un par de chistes. Es famoso el ingenio verbal de los caraqueños. O era. Habrá que resignarse a hablar en pasado, al menos por ahora. Antes, daba igual que tu interlocutor fuera adeco o copeyano, o ñángara, es decir muy de izquierdas. Ahora, los antichavistas y los chavistas, salvo casos excepcionales, ni siquiera se hablan. Nunca coinciden: no van a los mismos restaurantes, no se invitan a sus casas. Por primera vez, veo en Caracas comportamientos más propios del País Vasco, incluso de la actual Cataluña. Ha desaparecido el espacio común, el ágora, incluso su réplica íntima, el ágora privada y casera.

Este es el peor legado de los diez años de Chávez en el poder: ha logrado convertir a los afables caraqueños en españoles cabreados. Toda una hazaña. Para quien pretende ser el continuador de Bolívar, más que eso: el regreso a las formas más primitivas, menos civilizadas de disenso social.

La obsesión con Chávez es omnipresente, cierto, pero basta con pasar una temporada en Caracas para comprender que esa obsesión es inevitable. En apenas las seis semanas de mi estadía, Chávez se encadenó cinco veces e intervino en siete mítines diversos, también transmitidos en directo por radio y televisión. Mientras la economía del país se viene abajo y los índices de delincuencia se disparan, ha impuesto otra contienda electoral, menos de tres meses después de los últimos comicios, y empapelado la ciudad entera con su eslogan del momento, que cuelga en inmensos carteles de las fachadas de ministerios y sedes de organismos oficiales: "¡Uh, Ah! Chávez no se va!". La oposición, que sigue siendo un conglomerado amorfo de personalidades más o menos dadas al egocentrismo y el autobombo inane, entra al trapo al comandante: en vez de denunciar con vigor el fraude de ley del referéndum bis y hacer campaña para dar a ver lo que salta a la vista: que el rey va en pelota viva, y centrarse en lo importante (las elecciones legislativas de 2010), sigue el juego al caudillo. A la oposición venezolana ni siquiera puede aplicársele aquel verso de Mío Cid: "Dios, qué buen vasallo, si hubiese buen señor". Y no es que falte finezza. Ojalá. Falta, simplemente, sentido común. Y olfato político.

Porque, sin embargo, ahí está el buen vasallo. En el metro, por ejemplo. Entre los pata en el suelo. Lo viví tres veces, en plan déjà vu de Matrix. En dos oportunidades iba conversando con amigos en el metro. De pie, claro: el vagón iba de bote en bote. Un chico joven, una mujer ya mayor, reaccionaron al oírme decir: "Pero esta estación, Miranda, antes no se llamaba así, ¿no?". Porque, en efecto, originalmente esa estación se llamaba Parque del Este. ¡Del Este! ¡De los escuálidos! Así que el régimen, hace medio año, le cambió el nombre. Pura memoria histórica, a la chavista manera. Y bien, un muchacho joven, una mujer mayor hicieron lo impensable (no vaya a creerse: los caraqueños, pese a su fama caribeña y desmelenada, son poco proclives a congeniar con extraños). El uno alzó la voz y, mirándome fijamente, soltó: "Es que ÉL hace lo que le da la gana". La mujer, tímida y un poco nerviosa, dijo, casi para sí, pero en voz alta: "Así, todos los días. Esto es lo que tenemos que aguantar".

Reacciones novedosas: el soberano está hasta las cejas del comandante, y lo manifiesta sin recato. Como lo manifiestan los dueños de las tiendas de Chacao, un barrio que la gestión de Leopoldo López ha convertido en la excepción en Caracas: a la vez clase media baja, con sus comercios regentados mayoritariamente por descendientes de portugueses, españoles (gallegos, como se dice aquí), turcos, sirios, croatas (la Casa de Croacia tiene su sede en una de sus calles), muy degradado hace veinte años, hoy es un barrio ejemplarmente cívico. Uno de los pocos barrios de la ciudad donde se puede hacer vida a la europea: ir el fin de semana al mercado municipal, pasear por sus calles, saludar en la calle a los vecinos. Pero para los chavistas es un símbolo del Este, de los escuálidos. Razón suficiente para castigarlo. Por eso la mitad de los comercios ostentan en la vitrina el infamante rótulo del Seniat, el brazo fiscal del régimen: "Establecimiento desahuciado por incumplimiento de la normativa vigente". Raúl, hijo de españoles y dueño de una minúscula tienda de alimentación, me dice, poco antes de acabar el año, que no sabe si podrá abrir en enero. Porque funcionarios del Seniat acaban de hacerle una inspección y le han impuesto una multa de varios millones de bolívares. ¿La razón? No tener al día su libro de registros. Raúl tiene su negocio informatizado, pero eso no basta: además, tendría que asentar diariamente las ventas a mano. Como en el siglo XIX.

Peor que en el siglo XIX: no se puede comprar una pastilla de jabón en una farmacia o un DVD virgen en una tienda del ramo sin tener que comunicar datos personales. Nombre, apellidos, documento de identidad, lugar de residencia, teléfono. Lo comento con amigos. Ah, es así. Es el Seniat. Todo el mundo pasa por el aro. ¿Cómo puede ser? Salen a la calle a manifestar su descontento con la última ocurrencia del tirano, lo que le viene de perlas a éste: así los mantiene obsesionados y a la vez distraídos de lo esencial. Porque lo esencial es esto otro: cada vez que respiras, te hacen una foto. Para utilizarla el día de mañana, cuando y para lo que le convenga al régimen. Todos fichados.

Sí, Caracas comienza a parecerse a La Habana. ¡Si hasta existe una Plataforma para la Suprema Felicidad Social! Con sede en la avenida Andrés Bello, frente al mercado Guaicaipuro. Una importación más del régimen comunista caribeño. Otra herramienta de control. En este caso, la intención del régimen es controlar las telecomunicaciones y los accesos a internet. ¿Pero no se dan cuenta?

En el aeropuerto, me cae la locha. Como dicen los caraqueños. O sea, al fin comprendo. Han abierto registro del vuelo, pero hay que hacer de nuevo cola, una más, esta vez en el brazo articulado que conduce al avión. Veinte minutos. El vuelo saldrá más de una hora atrasado. ¿Por qué? Porque hay que someterse a un último control. A cargo de la Guardia Nacional. Uno a uno, una a una (y lo digo así no porque me haya convertido a la religión de la retórica políticamente correcta de género, sino porque nos segregan, en plan iraní: las mujeres por un lado y los hombres por otro), tenemos que someternos a un cacheo exhaustivo.

Antes de marchar de Venezuela. Una vez más. Pero cada vez peor. Y cada vez, mecachis, con más cariño dolido.

lunes, 9 de febrero de 2009

El catalán en las casas de Santayana y Maragall

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ABC
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... Cuenta Santayana: en un capitulito titulado «la confusión de lenguas» que entre 1835 y 1845 su madre hablaba castellano oficialmente y en buena sociedad y que dejaba el catalán para el trato con los criados y la calle y que nunca lo utilizaba cuando estaba a solas con el marido...
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CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS Periodista y escritor
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LOS defensores de unos supuestos esplendores del catalán y gallego (no incluiré aquí el vascuence) se han impuesto una tarea cuyo patetismo podría resultarnos conmovedor a los demás si no fuera porque al hacerlo insulta nuestro conocimiento de la Historia. Después de haber achacado las situaciones respectivas de sus lenguas, en los años cincuenta y sesenta, a las persecuciones del franquismo («genocidios» han llegado a decir) han tratado de ocultar el despego cuando no el rechazo de las burguesías regionales a las lenguas vernáculas. Los que hemos vivido la postguerra sabemos hasta qué punto el renacimiento del catalán y gallego tuvo que superar la oposición de las respectivas clases medias y altas. Testimonios como el discurso de Víctor Balaguer en la Real Academia de la Historia dan una idea clara de la situación del catalán a mediados del XIX. La invención se derrumba sin quererlo.

Hoy quiero traer a colación dos casos que me han resultado especialmente significativos por la personalidad de sus protagonistas, ejemplares cabría decir. Me refiero a la actitud que mantuvieron «frente» al catalán dos mujeres tan cultas y sensibles como la madre de George Santayana y la esposa de Joan Maragall. Las dos representan el mundo del elitismo cultural. El de Santayana en una proyección universal; el de Maragall en el seno de la propia mitología cultural catalana.

Jorge de Santayana, que nació en Madrid aunque Ávila constituyó «el centro» de sus «vínculos afectivos y legales más profundos» por emplear sus propias palabras, tuvo ascendencia catalana por parte de madre: gentes de Reus y de Barcelona. Y también por este lado de su familia tuvo vinculaciones familiares con unos tales Sturgis de Glasgow que explican el hecho de que «nuestro» escritor llegara a Norteamérica, al idioma inglés, al doctorado en Harvard y, en definitiva, a unas concepciones filosóficas que le han convertido en uno de los grandes pensadores del siglo XX.

Él ha explicado de un modo seductor en «Personas y lugares. Fragmentos de autobiografia» (Ediciones Trotta) cómo su condición de abulense le permitió mantener a lo largo de su vida una actitud extraordinariamente libre y que ese espíritu fue clave de su manera civil de estar ante la vida y de sus concepciones filosóficas. La ciudad arriscada, levantada sobre las rocas, resistente al tiempo, manteniendo ejemplarmente su realidad histórica, fue para él una metáfora de sí mismo y su manera de situarse ante la realidad.

Un temperamento como el de Santayana, universal y arraigado al tiempo, era sin duda alguien suficientemente capacitado para entender las relaciones -las malas relaciones- de su madre, Josefina Borrás, y el habla catalana. Por señalar la capacidad del escritor para los idiomas baste decir que, al poco tiempo de llegar a Estados Unidos, consiguió hablar el inglés «como la reina de Inglaterra», sin acento alguno. Siendo así las cosas cuenta Santayana: en un capitulito titulado «la confusión de lenguas» que entre 1835 y 1845 su madre hablaba castellano oficialmente y en buena sociedad y que dejaba el catalán para el trato con los criados y la calle y que nunca lo utilizaba cuando estaba a solas con el marido. Lo explica de este modo: «Esa no era una época en que la gente descontenta fuera nacionalista, era humanitaria y cosmopolita; purista en política y en moral, Brutos y Catones en teoría, inspirados por ideales universales e imperativos categóricos de pura razón. En cualquier caso de labios de mi madre yo no he oído más que unas poquísimas palabras en catalán, trozos de proverbios o de canciones antiguas».

Al margen del valor de este texto para conocer el juicio que le mereció el nacionalismo catalán a Santayana, es reveladora la actitud de la madre ante el catalán: ni siquiera lo hablaba con su marido también catalán. Lo que me lleva al ejemplo de la mujer de Joan Maragall.

El significado de este caso es muy especial por cuanto nos sitúa en el corazón mismo del catalanismo cultural y del culto al idioma. No sólo el poeta era consciente de la condición mítica de su personalidad en relación con el catalán sino también su esposa. Y quizá precisamente por esa razón ella llegó a estimar tanto el comportamiento que mantuvo su marido para con ella al no emplear nunca el catalán en su trato personal tanto en el seno de la familia como en la intimidad. Hasta el punto de que llegaba a vanagloriarse de ello. Era un hecho tan relevante que llegó a contarlo el propio poeta en las notas autobiográficas que editó su hijo Jordi: «La gloria y la fama. Reflexiones de Joan Maragall sobre el escritor» (Renuevos de Cruz y Raya)

Para la esposa de Joan Maragall la costumbre de su marido de hablarle siempre en castellano fue signo de delicadeza, demostración de la finura de su espíritu. Jordi Maragall i Noble ha escrito en este sentido: «Esto me lleva a señalar un hecho que todavía sorprende a muchos. Mi padre habló siempre en castellano a mi madre. Y así lo escribió. Habló en catalán con sus hijos mayores y pensó en catalán siempre...»

Habida cuenta del carácter emblemático que tienen los actos de un escritor como Maragall, uno debe preguntarse sobre las razones por las que nunca le habló en catalán a su mujer en la intimidad a pesar de que tuviera a este idioma en tal alta estima, lo considerara una lengua tan viva como el castellano, fuera esa con la que «pensaba» y la que utilizaba para la poesía (la prosa la hacía en castellano). La respuesta es obligada. Porque su mujer estimaba más el castellano que el catalán y consideraba que la utilización del castellano era un signo de distinción y de deferencia hacia ella. Por eso escribió Jordi Maragall: «... mi madre repetía orgullosa que siempre mi padre había respetado su idioma paterno. A pesar de que ella misma hablaba correctamente el catalán».

Los testimonios de Josefina Borrás que, pasó de Reus a Glasgow, Manila y Boston, y de la esposa de Maragall, que consiguió que sus hijas leyeran a Homero, Plutarco y Bossuet, son hechos que nos permiten una aproximación sensata a la «situación» real de la lengua catalana entre mediados del XIX y primer tercio del XX.
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domingo, 8 de febrero de 2009

Recopilación Prensa Concentración.

Gironanoticies.com
http://www.gironanoticies.com/noticies/noticia.php?id=13046

Diari de Girona
http://www.diaridegirona.cat/secciones/noticia.jsp?pRef=2009020800_6_313350__Catalunya-Centenars-persones-demanen-Barcelona-dimissio-Jose-Montilla

La Vanguardia http://www.lavanguardia.es/politica/noticias/20090207/53635873477/ciutadans-concentra-a-centenares-de-personas-para-pedir-la-dimision-de-montilla.html

El Mundo
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/02/07/barcelona/1234026300.html

La Voz de Barcelona
http://www.vozbcn.com/2009/02/07/6457/ciudadanos-piden-montilla-sentencia/

El País http://www.elpais.com/articulo/cataluna/Ciutadans/reclama/plaza/Sant/Jaume/escuela/bilingue/elpepiespcat/20090208elpcat_5/Tes

ABC
http://www.abc.es/20090208/nacional-nacional/montilla-queremos-casilla-20090208.html

La Razón
http://www.larazon.es/noticia/cientos-de-ciudadanos-exigen-el-castellano-en-la-escuela-catalana

TV3
http://www.3cat24.cat/noticia/358974/politica/Ciutadans-es-manifesta-per-exigir-a-la-Generalitat-la-casella-linguistica-a-les-preinscripcions-escolars
VIDEO (minuto 17:07)
http://www.3cat24.cat/video/1019239/altres/TN-Migdia-07022009

Libertad Digital
http://www.libertaddigital.com/sociedad/cs-sale-a-la-calle-para-exigir-a-montilla-que-cumpla-la-ley-de-politica-linguistica-1276350210/ http://www.libertaddigital.com/sociedad/manifiesto-montilla-cumple-o-dimite-1276350231/

COPE
http://www.cope.es/07-02-09--jordi_canas_carga_sanchez_camacho_por_no_secundar_manifestacion_favor_castellano,31586,1,noticia_ampliada

TeleMadrid
http://www.telemadrid.com/actualidad/noticia.pag?codigo=213923

e-noticies.es
http://politica.e-noticies.es/ciudadanos-pincha-25651.html
http://politica.e-noticies.es/montilla-cumple-o-dimite-25654.html
http://politica.e-noticies.es/pepe-montilla-el-fuera-de-la-ley-25653.html
http://politica.e-noticies.es/donde-esta-no-se-ve-a-la-gente-del-pp-25652.html

Diari de Tarragona http://www.diaridetarragona.com/panorama/027237/ciutadans/concentra/centenars/persones/per/demanar/dimissio/montilla

Igluub http://www.igluub.com/2009/02/07/mas-de-2000-ciudadanos-piden-la-dimision-de-montilla-en-la-plaza-de-san-jaime/

El Confidencial http://www.elconfidencial.com/cache/2009/02/08/espana_33_manifestacion_contra_montilla_logra_reunir_medio_millar.html http://www.elconfidencial.com/cache/2009/02/07/espana_15_ciutadans_manifiestan_barcelona_contra_gestion_linguistica_montilla.html

Baleares Liberal http://www.balearesliberal.com/20090207-la-defensa-del-bilinguismo-sale-a-la-calle-en-cataluna-y-galicia.html

Periodistadigital http://blogs.periodistadigital.com/politica.php/2009/02/07/ciudadanos-bilibguismo-catalan-castellan-4567

Telecinco (al final nos mencionan) http://www.telecinco.es/informativos/nacional/noticia/818123/818123

Europa Press
http://www.europapress.es/nacional/noticia-cs-manifiesta-exigir-montilla-cumpla-sentencias-ts-castellano-aulas-20090207143618.html
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sábado, 7 de febrero de 2009

Manifiesto y Fotos. Montilla, cumple o dimite.

Manifiesto: 'Montilla, cumple o dimite'
En los últimos meses los ciudadanos españoles nos hemos visto obligados a movilizarnos por determinadas causas que en cualquier país democrático no hubieran tenido sentido. Reivindicar que en España se pueda estudiar en castellano, o protestar para que no se cierren emisoras de radio por criticar al Gobierno autonómico de turno, solo es comprensible en un país donde la democracia y las libertades individuales son vulneradas discrecionalmente por los poderes públicos sin consecuencia alguna.

Hoy nos volvemos a movilizar, en este caso para reivindicar otra obviedad: le pedimos al presidente Montilla que cumpla con la ley, que respete las sentencias de los tribunales. Los ciudadanos de Cataluña merecemos un presidente que al margen del partido político al que pertenezca, o de sus ansias de poder, sea capaz de respetar la legalidad vigente y acate las resoluciones judiciales. Si cualquier ciudadano esta obligado a pagar sus impuestos, respetar la ley o a someterse a la justicia, el presidente de la Generalitat debe ser el primero en hacerlo.

Y Montilla no cumple determinadas sentencias porque el contenido de éstas corroboran lo que muchísimos ciudadanos venimos reivindicando hace años desde la sociedad civil y desde la política: que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, que todos los alumnos de Cataluña tienen el derecho a ser educados en cualquiera de las lenguas oficiales de Cataluña, y que los padres tienen derecho a pronunciarse de una forma efectiva y real sobre la lengua o las lenguas oficiales en las que quieren educar a sus hijos.

Las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la reciente sentencia firme del Tribunal Supremo definen claramente cómo debe actuar el Gobierno autonómico. Según dice la propia resolución, es tan sencillo como incluir una casilla para cada una de las lenguas oficiales en la hoja de preinscripción y preguntarles a los padres cual es la lengua habitual de sus hijos. El derecho no puede ser meramente teórico, la Administración debe garantizar el ejercicio real y efectivo de ese derecho mediante la inclusión de las casillas lingüísticas.

Sin embargo, la Generalitat tiene miedo a realizar esa pregunta, porque la Cataluña real es muy distinta, afortunadamente, a la Cataluña soñada por el nacionalismo, aquella donde todo el mundo debe hablar una sola lengua en el espacio público, donde todos los ciudadanos tienen que renunciar a su origen, a sus costumbres si han nacido fuera de Cataluña, donde todo el mundo tiene miedo a cuestionar la nación inventada. La Cataluña real es plural, bilingüe, con ciudadanos nacidos en Cataluña y en muchas otras zonas de España y del mundo, y con una mayoría de ciudadanos que se consideran catalanes y españoles.

Pero no estamos aquí reunidos solamente para denunciar el incumplimiento de una sentencia por parte del Gobierno tripartito. Estamos también para denunciar ante todos los españoles que el nacionalismo y sus asimilados están convirtiendo a muchos ciudadanos de este país en súbditos, en ciudadanos de segunda, que ante el incumplimiento legal y judicial, ante la ausencia de sentido común de la clase política catalana y española, solo podemos echarnos a la calle para denunciar el desamparo que sufrimos los que creemos en el Estado de Derecho, aquellos, que al margen de hablar una lengua u otra todavía creemos en la palabra democracia.

Pero la responsabilidad política de lo que está sucediendo en Cataluña no es exclusivamente de quien reside en el Palacio de la Generalitat. Quienes residen en la Moncloa son responsables directos también de que en Cataluña sus compañeros de partido no respeten el Estado de Derecho. Tenemos una Ministra de Educación incapaz de hacer cumplir ni siquiera su propio Decreto de Enseñanzas Mínimas que garantiza una paupérrima tercera hora a la semana en castellano. Y tenemos un presidente del Gobierno de España que ignora y mira hacia otro lado incluso conociendo las sentencias de los tribunales, con el único fin de mantenerse en el poder, igual que han hecho lamentablemente otros presidentes españoles durante nuestra democracia.

Los ciudadanos que estamos hoy aquí reunidos, y todos aquellos que apoyan esta concentración desde diferentes partes de España solicitamos la dimisión de aquellos que no sean capaces de respetar la Constitución, la ley y las sentencias judiciales, y hacemos un llamamiento público a nuestros conciudadanos para que no apoyen políticamente a aquellos gobernantes que no se comprometan a respetar la igualdad entre todos los ciudadanos españoles y a garantizar el ejercicio de sus libertades.

¡Montilla, cumple o dimite!









viernes, 6 de febrero de 2009

Yo me acuso

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El Periódico
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JOSEBA Arregi*
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• Confieso que considero el español tan lengua propia como el euskera que uso en familia y en el trabajo
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En una sociedad secularizada en la que la práctica de la confesión ha desaparecido, pero en la que los viejos mitos e imágenes religiosos siguen vivos, aunque enmascarados --basta ver el tránsito de Obama desde el Capitolio a la Casa Blanca como la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén bajo los gritos de ¡Hosana, Hijo de David!, y la contrapuesta del envío del macho cabrío/Bush, en quien hemos descargado nuestros pecados e impurezas, al desierto para que allí muera y el pueblo quede limpio--, quizá sea lícito recurrir al contenido explícito del título: yo me acuso y confieso mis pecados.Confieso que cuando recibo información de las administraciones y de algunas empresas en las dos lenguas oficiales, y esa información intenta que yo la lea en euskera --por el tipo de grafía, por darle prioridad a esa lengua por el medio que sea-- mi reacción, la de un vascoparlante monolingüe de familia, suele ser la de pasar al español. Porque también me acuso de considerar que el español es tan lengua propia mía como el euskera que utilizo en familia, con amigos y en el trabajo.
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ME ACUSO de haber estado en contra de la pretensión del Departamento de Educación del Gobierno vasco de copiar --más o menos-- el sistema de inmersión lin-güística catalán por lesivo de los derechos de los padres a elegir la lengua oficial como lengua vehicular en la enseñanza. Y me acuso de no terminar de entender la negativa del Gobierno catalán a permitir que el español pueda ser, también, lengua vehicular en la enseñanza. Me acuso de no simpatizar con el término pueblo, y menos cuando va unido al calificativo de uno. Me acuso de preferir el término ciudadano para considerar el valor de los habitantes de un país por encima del término identidad o sentimiento de pertenencia. Me acuso de ver riesgos en el recurso a la identidad colectiva. Me acuso de no ser capaz de ver la diferencia valorativa que parece existir entre españolismo --malo--, y catalanismo o vasquismo --buenos--. Me acuso de no entender por qué el nacionalismo español es malo, y los nacionalismos catalán, vasco o gallego, buenos.
Me acuso de seguir pensando que, en política, lo que importa son los programas, las acciones, el resultado de las acciones y la capacidad de asumir la responsabilidad de ese resultado. Y de pensar que las virtudes personales de los dirigentes, sus intenciones, su sonrisa, presencia y prestancia, su capacidad de conectar en los medios audiovisuales deben ser secundarios. Me acuso de intuir que es más importante para juzgar la labor de gobierno mirar si el índice Gini --el que mide la justicia/injusticia del reparto en los ingresos en una sociedad-- crece o no, si los actos de gobierno facilitan o no la entrada de los jóvenes en el sistema, o si por el contrario consolidan las estructuras que lo dificultan.
Me acuso de pertenecer y haber pertenecido de vez en cuando a la caverna mesetaria por pensar que el nuevo Estatuto catalán no es del todo acorde con la Constitución española, por pensar que hubiera sido mejor plantear abiertamente la federalización del Estado primero, y luego renovar los estatutos de autonomía, por pensar que la consolidación de las relaciones bilaterales refuerza el peor centralismo que puede existir --como ha quedado demostrado en los encuentros bilaterales para la nueva financiación autonómica, en los que el emperador y dueño de los impuestos recibe a los príncipes autonómicos de uno en uno para escuchar sus peticiones y repartir prebendas, al más puro estilo medieval. Me acuso de seguir considerando que estas cuestiones estructurales y las cuestiones de justicia económica y social son más importantes que la pretensión de los gobernantes de actuar como ingenieros sociales tratando de cambiar los usos y costumbres. Confieso mi pecado de estar preocupado por el cambio creciente que se está produciendo, pasando de administrar cosas a administrar personas y vidas personales, desde la alimentación a la sexualidad.
Me acuso del pecado de creer que en esta sociedad laica se han sustituido las iglesias por sectas que reproducen los mismos mecanismos de ortodoxia y heterodoxia, de expulsión de la comunidad de creyentes, de alineamientos confesionales, por muy laicos que sean. Me acuso de no preguntarme todos los días si soy suficientemente progresista, o si he pasado, ¡horrible pensamiento!, a la categoría de los conservadores. Me acuso de seguir albergando sospechas ante todo poder, tenga el apellido que tenga quien lo ostente.
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ME ACUSO, en definitiva, de ser un inadaptado social, político y cultural, de no aceptar la orden de ser optimista cuando los datos económicos son malos solamente porque el Gobierno es amigo, y tampoco aceptar la orden de ser catastrofista únicamente porque el Gobierno es enemigo. Me acuso de pensar que sería bueno que más allá del sí o el no a las grandes líneas políticas, se pudieran discutir los detalles: si la ley de dependencia desincentivará o no el ahorro, si el plan de ayudas a los ayuntamientos debiera haber estado más vinculado a determinado tipo de inversiones, por ejemplo. Me imagino que, al contrario de la Iglesia católica, la moderna ortodoxia de la opinión pública oficial no conoce el perdón de los pecados.
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*Presidente de la asociación cultural Aldaketa (Cambio para Euskadi)
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miércoles, 4 de febrero de 2009

lunes, 2 de febrero de 2009

La polémica de la Plaça Constitució de Girona

La semana pasada, la Agrupación de Gerona de Ciudadanos presentó un escrito al ayuntamiento de Gerona denunciando que la placa que identifica la Plaza Constitución continuaba sin ser puesta dos meses después que miembros de Maulets y la CUP la arrancaran y pusieran en su lugar una con el nombre Ovidi Montllor.

Al día siguiente, el ayuntamiento quitó la placa colocada por los independentistas radicales a petición de Ciudadanos. A partir de ahí, todo ha sido polémica, y parece que va a tener cola. Ciudadanos de Gerona lo seguirá muy de cerca.

Un ejemplo de lo que ha dicho la prensa hasta el momento.

La Voz de Barcelona
http://www.vozbcn.com/2009/01/29/6330/plaza

Girona Notícies
http://www.gironanoticies.com/noticies/noticia.php?id=12798

Nació Digital
http://www.naciodigital.cat/gironainfo/index.php?seccio=noticies&accio=veure&id=8818
http://www.naciodigital.cat/gironainfo/?seccio=noticies&accio=veure&id=8844

Diari de Girona
http://www.diaridegirona.cat/secciones/noticia.jsp?pRef=2009013000_2_311548__Girona-Polemica-plaa-Constitucio

Maulets y CUP
http://girona.cup.cat/index.php?option=com_content&task=view&id=457&Itemid=1

El Punt
http://www.vilaweb.cat/www/elpunt/noticia?p_idcmp=3449796
http://www.vilaweb.cat/www/elpunt/noticia?p_idcmp=3448592